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miércoles, 30 de marzo de 2016

Habitar.


Mis muebles, mis mausoleos, mis extramuros,
ciudad empedrada y gris
y yedras
donde la noche brilla en las ventanas.
A la orilla de tu nombre me inclino,
las pestañas húmedas de pensarte,
la piel pintada por los ramajes
Si hablamos de habitar
habito en ti.

Canet

Me largo

Me largo hacia el lugar de las áridas
explanadas de mi corazón ,
donde hay un jardín con olor a lavanda
y silencios que se alzan como madreselva.

Allí residen mis arcángeles y los diablos
que caminan mis páramos
y,
escondido en el dorso de la luna,
un niño que conversa con los pájaros.

Estaré disfrazado de hombre invisible,
sin estructura o gravitación, como el azul celeste,
quimérico, cuan eje del confín,

entretejiendo posibles cuerdas
con esta fiel aversión y esta rutina
de no esperar nada de nadie.

Canet.

Lejos de la poesía


Y repentinamente un verso, 
uno tan solo, vehemente, desaliñado,
iracundo y grasiento,
sin penas ni tormentos,
como un navajazo justo en el pecho,
que muestre los embustes y traiciones,
el fraude que hice en mis certezas,
los sueños esfumados,
mi escasez de misericordia, mi indolencia,
las trampas en el camino, el trapicheo
que cometí en mi propia historia,
un verso que brote en mis vísceras
y se infecte 
y después muera con la última palabra.

Siempre habrá armonía después de la música
y un nuevo lugar lejos de la poesía.

Canet.

Es poesía

Me encontraba al borde de la tarde con mis compañeros: 
Poetas de incógnito, sumidos en una discusión sobre la vida misma, y yo, aunque parezca insólito, permanecía en silencio.

La vida -decía uno sin alguna duda-, es simplicidad. 
Es nuestra obligación despegarla de los remolinos de la complejidad. ¡A la mierda ya tanta sombra!

¡Todo lo contrario! -contradecía otro-, absolutamente convencido.
La vida está sumergida bajo los charcos de lo esencial. Debemos empujarla hasta el fondo del raciocinio. ¡Estoy hasta los cojones de tanta filosofía masticada!

El debate se meneaba ora en este y ora en el borde opuesto y cada vez más sangre salpicaba.

Un cuervo voló sobre nuestras cabezas. Sus alas traían la sutil felicidad de esta jornada de ojos grises. Y se lanzó de inmediato a la caricia eterna del crepúsculo.

El cuervo no volaba de forma sencilla, ni tampoco de modo complejo.

Sencillamente era poesía.

Canet


Seísmo

Y qué, si furtivamente 
me escondo 
en los extrarradios 
y recopilo renglones 
sobre la hoja sucia de la libreta. 

Y qué si me atrae
lo agónico
lo desfigurado
lo mojado y
su molesta tonalidad,
y qué si lloro una poesía.
y la desangro
-¿y qué?-
todo seísmo tiene su réplica.

Canet.

Mis pájaros

Mis pájaros no paran de clavar en su lugar 
los enormes tejidos del cielo, 
de dibujarle pueriles nubes, 
de esparcir las moquetas que aparentan ser carreteras sucias 
y marchitar el papel de las aceras 
por donde pisotean los humanos. 
Tenaces, 
mis aves de ciudad preparan cada mañana
la decoración del gran espectáculo de la realidad.

Canet y sus pájaros.

Líneas escritas

Penetrar
en este mundo
y caminar
por el ocre de la mañana.

Caminar y observar
prestar atención:
hojas azafranadas
que tiritan con la brisa
un gorrión en una rama
su canto
la acera
que revela al cielo
en mechones plomizos
escaparates enjuagados
cigarros sin apagar
los andares altaneros
del hostelero
gato negro a tientas
en el cubo de basura
ojos cegadores.

Las líneas escritas se amontonan
hacia un modo de escribir
que codicia algo más
que el solo hecho de plasmar poesías
con símbolos despuntados
y con lamentos íntimos.

Gigantesco mundo
y la sensación de algo que ha de ser escrito.

Canet

Nuestros huesos.

Lo que más me apacigua de mi propia muerte 
es la representación de un lugar fijo: 
un lugar fijo en el que nuestros huesos sean enterrados, 
arrojados, exhumados juntos. 
Allí residirán dispersos en enmarañado fárrago. 
Tu tibia izquierda descansará sobre mis costillas.
Alguna falange de mi mano quedará dentro de tu pelvis.
El resto de huesos derramados como la tierra.
No deja de ser insólito
que esta representación de nuestra proximidad,
que nada interpreta sino una imagen de huesos que serán polvo,
me ofrezca una sensación de calma.
Así es.
Contigo puedo representar un lugar
en donde ser huesos o polvo es algo maravilloso.

Canet.

Desavenencia gramatical



Este ser tetrápodo
no sabia de amores
ni del riesgo de sentirte.
Y hoy
enfermo
de desavenencia gramatical
me muero por amarte.

A s.r

Canet.

martes, 29 de marzo de 2016

Martes.

Hoy martes las nubes agonizan,
se arrojan hacia las ventanas en repetidos impactos.
Se puede escuchar a la lluvia que viene suspirando
y un rumor de locura que te menciona.
Taciturno como un muerto,
entristecido como un verano,
observo las imágenes hediondas
que se colocan tristes en esos asientos
como si retornaran de un país lejano
para establecerse aquí por siempre.
Sin los habituales accesos de locura
las imágenes habitan en mi martes,
acampan entre la planta 47 y el cielo raso
mientras las nubes se arrojan hacia las ventanas...
nombrándote.

                                                                                       Canet

miércoles, 16 de marzo de 2016

Cuando me haya ido.

Cuando me haya ido del todo en un recoveco del armario
encontraran una maleta vieja con la humilde liquidación 
de mis bienes:
mi legado de pertenencias libre de impuestos.

Jamás pude guardar cartas porque no recibí ninguna,
tampoco tarjetas navideñas, ni fotografías.
No hallarán pétalos marchitos en las decrépitas páginas de mis libros
ni post it arrugados con versos.

En la maleta de enseres ya sin uso hay un par de zapatillas desgastadas
que calzaron mis pies para encontrarte
-nadie supo que eran aladas-;
algunos anillos y pendientes, brillantes, como mi mirada cuando te contemplaba;
camisetas pasadas de moda que no podrán ver
las señales de tus manos en mi piel.

Canet.

En el lugar donde siempre nos descubrimos.

En el lugar donde siempre nos descubrimos 
te presentas sin haber llegado de ninguna parte, 
vestida con una prenda gris cielo. 
Atas tus brazos-cuerda a mi cuello 
y mi camiseta y tu prenda se envuelven en nuestro abrazo, 
primero,
y más tarde continúan enlazadas,
como la materialización de una metáfora,
cuando resbalan y se hunden en el suelo
y son nuestras pieles las que se conmueven al frotarse.
Y después,
rompe el día y te veo dormida a mi lado
en el lugar donde el tiempo siempre nos descubre.

Canet

Sin título 86


Un frente de nubarrones negros se aproxima hasta aquí,
y según progresan se puede apreciar la sombra desparramándose por la superficie como un súbito anochecer.
Tal vez haya tormenta y Silvia pueda abrir la ventana de la oficina y escuchar la lluvia desde su sitio, fantaseo con ilusión.
De pronto, la vida se me antoja inaguantablemente preciosa.
Canet.

Demando:

 Demando: 
cuidados constantes, caricias, humildad, fervor, anticipación a mis antojos, beneplácito y complicidad, exclusividad, lealtad, promesas de infinitud, 
arrepentimiento en caso de ofensa, sedosidad y fortaleza, hacer el amor con frecuencia o tener lagunas sexuales sin incriminaciones de frialdad, 
tolerancia en los periodos melancólicos, un dulce tono de voz, miradas implorantes y conmovedoras, silencios, inmovilidad para dormir,
fascinación, puntualidad, elogios sin adular, estoicismo, talento para eludir el enfrentamiento y para pedir disculpas, amor desorbitado y absoluto,
detalles, una franqueza sin parcialidades, interés por los motivos domésticos, buen gusto para el cine y la literatura, salud, perspicacia,
sencillez y disponibilidad para peregrinar.

Ser mi compañera es un auto de fe y una enorme responsabilidad.
Por lo que respecta a mí, no soy nada codicioso y estoy presto a entregar como retribución lo mismo que demando.

Canet

Sin título 85





Navego, 

y regreso pedaleando
a esa multitud de soldados de plastilina
separados por distintas trincheras.

Y ahí estoy yo
construyendo una infancia incurable
esa que jamás volverá
porque aquí
en la madurez
nunca estaré a salvo.

Canet.

Desordenado.

Me desordeno
en diminutos huesos
que el cierzo consume,
que el amor agrupa
y  que el invierno vuelve a consumir.


Asciendo por un rascacielos
de eternos peldaños
-supongo que esto es ser poeta-, pienso
y continuo a través de la niebla y la pasión
cierro los ojos enarbolando abandonadas barbas,
esbozo una sonrisa
al llegar al final de la escalera
e incluso más allá de la metáfora.
Silvia resbalará por mis venas
y sabré que ya no necesitaré más.

Canet

Admito...


Admito mi tristeza, 
admito mi sensación de tipo triste 
y el daño que ocasiona, 
y en consecuencia, 
el dolor que me provoco. 

Admito que busco color y luz 
y la felicitación como déficit. 
La obligación como inseguridad. 
Admito mi falta de atrevimiento 
o de estilo 
como origen de todo. 
Mi desconocimiento, 
con su timidez, 
causa motriz de mi insurrección. 

Admito y reconozco 

que bebí demasiadas páginas embusteras 
y que bebí de más. 

Admito sonrisa adulterada 
como conflicto. 
Admito arrogancia 
como aniquilación. 

La fama como itinerario degenerativo, 
abandono de personalidad. 

Admito herida como caricia. 
Admito 
vuestra declaración de guerra. 

Prescindo de mi nombre, 
me libero, me desnudo, 
me desengancho… 


De este modo continúo en el sendero. 


Canet

jueves, 10 de marzo de 2016

Me gustaría tanto estar ahí.

Me gustaría tanto estar ahí
cuando es marzo y jueves,
y ha dejado de llover;

cuando en las tardes
hablas con las nubes
para narrarles desvelos y sonrisas,
que abres las alboradas
en esas madrugadas que nacen oscuras;

cuando la delicada luz de la lámpara
difumina tu sombra en las esquinas
y la noche asomada a la ventana
cuida tu rastro;

cuando Río
te colma de dicha e inquietud
esa repentina forma de ventura;

Me gustaría estar ahí cuando estás fatigada,
cuando me amas tanto,
cuando no me quieres,
y entretejes mi nombre entre tus labios.

Me gustaría tanto estar ahí.

Canet.



No somos más que dos.

Somos mucho más que dos,
somos un evangelio
un manuscrito de fragmentos impíos,
un dueto de arcángeles sacrificados
adeptos a interpretar los símbolos.
Somos soldados de una milicia
de querubines con estigmas en la piel,
una obcecada muchedumbre de viernes,
una galaxia, dos mitades.
Aves salvadas del lodazal,
una bandada planeando sobre la ciudad,
ahora sepultada bajo el asfalto.
Tenemos una dinastía de pájaros huérfanos.
No somos más que dos hemisferios,
y somos tantos a la vez.
No somos más que dos,
siéndolo todo.

Canet.

miércoles, 9 de marzo de 2016

Cuando estoy jodido.

Cuando estoy jodido, 
cuando me siento entristecido,
me nacen enramadas en los hombros,
sobre la carne se expande una costra
y travesaños de madera son mis extremidades. 

Del flequillo suspenden hojas marchitas
sin confianza verdosa en los nuevos retoños
ni alivios celestes sobre el follaje
que los latidos esbozan en el firmamento.

Cuando estoy jodido,
cuando me siento entristecido
afloran de mis manos
semillas amargas de tristeza
y una savia que duele recorre los brotes.

Exhibidos a la inclemencia del exterior
tiritan los pájaros
que habitan en los nudos de mi tronco
de estrías ásperas,
confusos por la espesa pena
que logra convertirme en árbol.

Canet

lunes, 7 de marzo de 2016

Desde mis cuarenta y siete desconfianzas (Te contaré de mí)


Te contaré de mí: 

Entre los dedos llevo profundidades. 
Y en la mirada llevo agitaciones. 



Porque en el fondo sé que eres tú. 
De un modo u otro siempre 
estás sobre los rieles 
donde se desliza el tren de las sombras. 

Llevo tatuado tu nombre en mi lengua. 
Tu nombre divulgable 
como un grito misericordioso 
o un juramento místico. 

Recuerdo cuando eras prohibida, 
cuando clandestinamente guardaba silencio 
y cuando para no dañarte te imaginaba. 
Cuando era nada. 

Ahora pinto como quien no pinta, 
como si lo que coloreo careciera de interés. 
Una carta sin destinatario. 

Por eso escribo al borde del cielo, 
desde mis cuarenta y siete desconfianzas, 
desde un puesto clausurado, 
desde mi voz imprecisa, 
tan sólo para decirte: 
que lo que ignoro de ti 
me sabe a dulce maní. 

Canet

viernes, 4 de marzo de 2016

Porque hay cosas de mí que tarde o temprano irás sabiendo.


Marzo. Tres. 
Un mes que empieza 
con simbología insólita. 

Necesito hablarte 
de las demoras sufridas 
en muchos andenes 
y de los horizontes que se aproximaron 
con tu nombre en la cima. 

De sobra sé que hay cosas de ti que jamás sabré, 
pero mientras caminaré 
por tu piel caligrafiada milímetro a milímetro 
para colocarte al filo de mi carne 
enmarañada de poesías. 

En cada uno de mis relojes ya son las doce. 

Mientras las campanas tañen a medianoche 
el Drácula vegetariano que me habita, 
con camiseta de Zeppelin, con copa de Rioja 
y uñas de óleo 
hinca los dientes en el borde de tu inmensidad. 

Porque es evidente que hay cosas de mí 
que tarde o temprano irás sabiendo, 
no trenzo aullidos, tan sólo pretendo 
concebir este escrito para susurrarte 
que necesito deshilachar alguna nube, 
una hoja en blanco, 
lienzos a mansalva, 
discos rayados, memorias escondidas, 
los jeans, la alfombra, mis camisas, 
cualquier cosa que rechine al destruirse, 
que chille, brame, solloce, suspire. 
Necesito despedazar recónditos pretéritos. 

Dan las doce en punto en la dentadura 
con la que hiero al tiempo. 
Porque sé que hay cosas de ti que jamás sabré. 
Porque hay cosas de mí 
que tarde o temprano irás sabiendo. 

Canet

jueves, 3 de marzo de 2016

Para volar.

Hace tiempo que no te envío
versos canetianos, de esos melancólicos.
Llegó el invierno con sus labios azules.
Llegó la primavera con caricias templadas.
Todo ha transcurrido con normalidad
y no te lo he contado:
estoy tan próximo a ti por el hemisferio interno
tan a nivel del trazo que tu sombra
esboza en los senderos del anochecer.
Y ya has visto que he estado ocupado
cultivando fenómenos:
los lienzos y las sonrisas
de Río con su precisa geometría.
Reanudo la escritura porque anoche
volví a verte perforar la membrana de mis ojos
tal como eres.
Y pensé en que hubo un tiempo
en el que no te encontraba.
Por aquel entonces era algo visceral,
como un carnicero.
Escribía con bolígrafo negro,
era veloz, venenoso y pedante
como un fracasado depredador famélico
en junglas de papel.
Escribía como un náufrago lanzando la botella a la orilla.
Pero apareciste y abandoné mis selvas de papel
para secuestrarte
y acompañarte en la labor de darle el valor exacto a las palabras.
A día de hoy soy tan dócil que me
tomo el tiempo como una sopa,
cucharada a cucharada.
Ambulante en una calle de minutos.
Por eso mismo escribo sin otra intención
más que apaciguar los absurdos.
Son imprescindibles algunos detalles
para dar a las palabras el contorno
de pájaro o de vagabundo.
Aunque yo,
que soy sencillo como una sigla,
tan sólo preciso de un par de alas
para volar raso sobre este océano indómito.
Canet