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jueves, 23 de junio de 2016

Silencio.

Gime una nota, tañe la campana, repiquetea la lluvia;
una palabra, un aullido, un siseo.
¿Cuánto tiempo ha pasado desde el último silencio?
No me refiero al silencio de una sala de espera, ni al silencio que a veces nace tras una discusión tensa,
tampoco al silencio anecdótico en un entierro, no. 
Me refiero al silencio incondicional, a un silencio inestimable, todopoderoso.
Nadie jamás, ni siquiera Bach supo explicarlo, nadie lo escuchó y regresó para describirlo.
Allá donde voy, escucho mi pulso.
Oigo la sangre hervir, el estómago refunfuñar, palabras en mi cabeza.
Llegué al mundo desgañitando y me marcharé del mismo modo,
pero los ilusorios silencios intermedios son los que más me ensordecen.
Hasta en el folio en blanco escucho una voz que susurra.
Canet.

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