Powered By Blogger

viernes, 31 de julio de 2015

Hace tiempo...

Hace tiempo
no entendía
el orden de las nubes
en el soportal del mundo,
ni el significado de los brochazos
en algunos lienzos,
ni la inutilidad del tiempo
cuando se para
o se precipita
a merced de la sinrazón;
tampoco comprendía
porqué
tus ojos
tenían la forma de una almendra
bajo del sol.
Aunque ahora tengo valor
de acercarme
al pedestal del barranco,
ahora que ya no me amilana ese confín
donde el abismo
no es más
que nuestra personal profundidad.
Hoy
me siento apto
de entenderlo todo,
la totalidad
o la completa nada
que viene a ser la misma cosa.

Canet

...echo de menos


Bueno, 
la verdad es que echo de menos ir de tu mano 
por ese París de amplio escote,
que vierte por sus pezones
los puentes del Sena.
Echo de menos
la quietud al caminar por Lisboa
con su lenguaje semejante 
y enmascarado
donde se puede ver el otro lado del charco.

Hoy, 
tan sólo observo la ventana de siempre 
la de casi todos los otoños y te echo de menos.

jueves, 30 de julio de 2015

Sin título 70.

Los lunáticos vagan en la noche
porque les asusta convertirse en eruditos,
los profesores limpian sus uñas frente a la pizarra
y los colegiales juegan 
con un cuchillo sobre el cuello del más frágil.
Jose Aza del Pozo me acompaña a fumar en la calle más fea,
pero ni siquiera se entristece,
una pantalla encendida en la recepción
que nadie mira,
vemos a ahorcados que cuelgan de sus propias corbatas
y sonreímos,
los autobuses gotean grasa humana,
lluvia, envidia y avaricia,
trabajadoras que se aborrecen a si mismas,
una canción suena en la radio:
“Yo quiero estar contigo, vivir contigo, bailar contigo” 
y las niñas gritan que lo quieren,
el mercadona envenena a sus cajeras
para que desconozcan la piedad del hambriento,
por el paseo de la castellana
caminan tipos en coma
que se esquivan entre ellos,
las quinceañeras creen
que el porvenir es un programa
llamado “Sonriendo para enseñar las tetas”,
se puede pujar por amor en algunos bares y lugares
por una micra de algo,
mientras tanto
en Madriz continúa lloviendo mi Amor.

Y tú todavía me preguntas
que por qué demonios
soy tan solitario.

Canet

Con dificultad...


Con dificultad escondo el hábito de no agitarme
ante un desplegable de acontecimientos tristes, 
ordinarios,
rumores coleccionables en quioscos 
donde se puede adquirir a bajo coste 
la tozudez, 

la falta de empatía,
la inquina,
el hambre,
poblaciones sin techo,
disparate de capitalistas,
políticos enviciados,
afónicas gargantas,
curitas sobre las cosas rotas etc., etc.. 



Canet

miércoles, 29 de julio de 2015

Sin título 69

Escogí 
con una venda de gusanos sobre mis ojos
la ocasión de crecer rápidamente, 
distintas cosas por el camino no las escogí,
pero ocurrieron sin vendas. 

Es sabido que todo lo escrito ya estaba dicho antes:
un atraco a mano armada de palabras para expresar con qué rapidez nos palpita el corazón,
el calor de nuestros ojos pirómanos
o las oquedades que algunas noches se esfuerzan

 por perforar en nuestra carne como si fuésemos corales.
Incluso el desconsuelo
con su hilera intransitable de carencias fonéticas.
Hay muchos que lo dijeron antes que nosotros
y lo archivó al finalizar en el viejo archivador de las analogías.

Canet

No son ciertos...


No son ciertos los finales de cuento, 
las sonrisas, 
el martillo de Thor. 
No son ciertos los adioses. 
No es cierto lo obvio, lo sutil, 
ni lo esencial. 
No son ciertos los breves instantes 
de popularidad, 
lo etéreo, la generosidad 
de tus labios. 
No es cierto el anonimato ni Madriz. 
No es cierto que pueda prohibir lo prohibido, 
no antes de reunir el aliento y 
el cielo con los que continuar 
volando. 

Canet

martes, 28 de julio de 2015

¿Qué podemos hacer...?


¿Qué podemos hacer los que nos
avergüenza salir en televisión 
o en portadas cuche,
los que pagamos con calderilla
y los que no anudamos los versos
en elegías o métricas,
los que no coleccionamos obras
de pintores contemporáneos
y los que leemos libros viejos,
Los que no conocemos Nueva York,
ni sabemos lo que es volar en primera
porque somos viajeros de bajo precio?

¿Qué podemos hacer 
los que jamás saldremos fotografiados 
junto a monarcas o aquel político
que nadie conoce
porque trabajamos diez horas seguidas, 
en el edificio de la vida
sin desear lujo alguno?

¿Qué podemos hacer los que admitimos
que vivir es viable sin abusar de nadie
y que no hay más beneficio
que la de reconocernos 
unos a otros?

¿Qué podemos hacer los imbéciles
que aún conservamos una pizca de fe
en la condición humana,
contra los lobos y las sabandijas
que pueblan este mundo?

Canet

lunes, 27 de julio de 2015

Mi guarida.


Todo lo que te compone es mi guarida.
Afuera explotan bombas,
llueven cucarachas,
carcajean todas las arpías de Disney,
pero yo en la guarida estoy protegido. 
Descorcho dos botellas de vino
y pongo esas melodías que utilizo para leer
y que entristecen tus ojos.
Un piano y dos violines tocados
por algún escandinavo: el edén.
Afuera hay combates, contiendas.

Que se maten entre ellos si quieren.

Canet

La palpitación.


"La melancolía es la felicidad de estar triste."
Victor Hugo


La palpitación que existe
entre decir te amo o te detesto.
Los vínculos ocultos que nos atan
a una estructura de indiferencia, a unos muslos,
al nombre que se graba en una tumba.
Se acumulan recibos, croquis deteriorados
de un Madriz despedazado,
amuletos de escaparate que nos observan
con la mansa amargura de saberse humo.

La palpitación que existe
entre el que vuela y el que se arrastra, 
la vida que explota en las burbujas
del café de las siete.
El sistema en que los destellos dibujan sombras,
estallidos silenciosos,
la ortografía disparatada de todos estos otoños.

Es atrayente saber que de nada servirá, 
aunque tenemos la melancolía y
su insólita naturaleza,
este modo estúpido de adorar al mundo, 
todo lo que conoces inútil
y que no querrás olvidar
y olvidarás.

La melancolía que todo amor necesita
para ser auténtico y efímero.

Canet

Sin título 68


Lo mejor de mi rostro es el cuervo. 
Vive imperturbable, 
subido a unas ramas negras y algunas blancas. 
En ocasiones noto la caricia 
de su plumaje azabache en la cara, 
o sus afiladas garras que dan cuerda
 al tiempo en mi barba. 
Me despierta las noches en las que caza abundantemente,
y algunos me animan 
al escuchar su graznido fúnebre cuando vuela.

Cada mañana cuando me coloco frente al espejo,
no puedo mantener su mirada.

Canet

jueves, 23 de julio de 2015

Surcos.




En la calle, 
en las paradas de autobús,
en los pasillos de la oficina,
veo que pasan ante mí,
sin duplicarse,
una serie de personas.

Descienden de mi mente,
no se percatan de mi presencia, 
se marchan,
y sus ausencias son los surcos 
y pliegues 
de mis facciones. 

Canet

Tardes.


Me quedaba las tardes completas frente a un libro de hojas pretéritas, 
aguardando a que naciesen las imágenes. 
Pasaba la página atento y acariciaba su piel amarilla que después devoraba. 
Cada grafema era una puerta para penetrar en aquellos escritores muertos. 
Y disfrutaba al ritmo pausado de un viajero tradicional. 
Esas tardes completas encerraban palabras, 
voces que ascendieron por la savia de mi carne.
Los niños de la calle crecieron encontrando riesgos y hazañas. 
Para mí, 
crecer fue advertir el paso del tiempo al oír las voces de los muertos que leía.

Canet

miércoles, 22 de julio de 2015

Insignificante.

"Cuando uno deja de crecer empieza a morir."
William Burroughs.
Podéis advertir que no me apetece nada.
Cuando escribes te das cuenta de
que existen todos los deterioros
y ocurren las cosas mundanas,
como la vida y la muerte,
y miro los pinos detrás del supermercado
y me entristezco pensando en la cama fría de los solitarios,
y me subo a la bicicleta,
y mientras voy silbando una melodía espantosa y pegadiza,
me asalta la evidencia
de que hay humanos insensibilizados
y me entristezco de nuevo frente al semáforo,
que pestañea.
Podéis advertir que no, que no me apetece nada,
se advierte que me envenena el olor a óleo de esta estancia,
las frases a medias en la libreta,
se advierte que le añado más sal a los espárragos,
y condimentos a los garbanzos
porque la comida no sabe como antes.
Se me nota demasiado,
que al igual que vosotros me encuentro de paso,
"siempre le miro la nariz cuando la estoy besando"
La completa nada es una oficina, encumbrada hacia las nubes,
de luz postiza y corbatas de color.
Somos nimios, sobre todo yo,
que no sabe medrar ni quiere.

Canet

De ti.


“Sé lo que saben las palabras”
Samuel Beckett

De ti lo prolongado,
la ciencia oculta bajo los párpados,
sobre el cielo
como un poema de brisa,
las esperas
un jadeo,
silencio, 
de ti el arte
los gemidos, la presteza
un teatro y sus figurantes,
esta tarde
este miércoles,
de ti 
la ocupación, el enigma
y tus dedos
cuando tocan
como una premonición.

Canet

martes, 21 de julio de 2015

Mi padre.

Mi padre no se acuerda cómo se llama su padre.
Creo que no recuerda tampoco 
donde está la senda de retorno al mundo,
no sabe usar el teléfono, ni el tenedor,
se pone la camisa del revés
y remueve los cajones de su apagada memoria,
aunque siempre esboza una sonrisa al ver mi nombre.

Mi padre olvida lo que cenó ayer,
no sabe si ha estado en París,
o si llegó a perder algún avión,
no recuerda dónde están las fotografías,
si alguna vez fue hermoso,
no recuerda si le gusta la leche,
tampoco si las palabras significan algo.

Mi padre y yo
retenemos recuerdos abandonados
a nuestro modo,
en ocasiones con pesar,
a veces sonriendo,
siempre con ilusión.

Quizá mi padre se encuentre
escribiendo su biografía
y creo que cuando no esté
no podré leer
por si acaso me doy cuenta,
que jamás
llegamos a conocernos.

Canet

lunes, 20 de julio de 2015

Desde las ventanas.

Desde las ventanas, 
sobre la atalaya oscura, 
observo con el rostro pegado al frío cristal; 
escondido tras las plantas de plástico, 
espío la actividad de hombres enjutos. 
Algunos tienen los pómulos apergaminados por el cierzo,
perfilados con atroces intrigas grises;
otros silban meciendo un abandono disimulado.
Son hombres flemáticos,
agriados por el orden establecido
y el hedor a muerte.

Canet

Mi jefe.

Ya van trece años
que trabajo para un señor que llaman jefe.
Hace trece años que me paga cada mes
y aun no sé cómo es.

No he visto al jefe en trece años
pero cada día que me miro al espejo
ya voy conociendo poco a poco
cómo es el aspecto del jefe.

Ya van trece años
que salgo de casa y me pongo a temblar
y luego llego a la oficina y el jefe
me enciende varias luces artificiales
y toda la jornada escribo cliente
y descripción y socios y me consumo lentamente
y después salgo a la calle y ha anochecido
y regreso a casa y ella no ha vuelto.

Cuando me encuentre a mi jefe le diré
lo que son clientes y socios
y le preguntaré
por qué me enciende cada día las luces de mentira.

Cuando esté delante de mi jefe,
observaré su rostro,
miraré fijamente sus facciones
hasta eliminarlas de él
y de un servidor.

Canet

El escondite de las palabras.


Yo llegué al mundo sordomudo,
no estuve en la guerra 
ni sobreviví a ningún cataclismo
y mis dedos no han acariciado
las pieles álgidas de los finados.

La totalidad de lo que sé
vive en el vacío
que envuelve la longitud de las cosas
pues tan sólo conozco la jerga de las aves 
el fuego que hiela 
y el escondite de las palabras.

Soy pavesa en la brisa que no soy,
mi dicción es brote de la poesía,
extensión entre la voz y yo
sin inclinación alguna,
sin ralea ni facultad de nada.

Cómo decirle a mi carne
que jamás podrá sanar a nadie, 
cómo explicarle que la única pieza 
que le es correspondiente
es tan sólo escoria de la nada,
núcleo del viento
que nada logra. 

Canet

viernes, 17 de julio de 2015

Sin título 67

Tengo treinta y siete otoños fríos.
Tal vez sea tan solo un obstáculo para el progreso.
Jamás hice nada que pueda interesar.
No cincelo, no esculpo,
jamás hice un cenicero de arcilla. 

O una espada con dos palos.
Aunque a veces pinto.
Mis manos no dominan el barro
ni ningún otro elemento.
No sé sanar aparatos eléctricos
ni entiendo el lenguaje de los grifos.
Ni siquiera sé que hacer con aguja e hilo.
Hace tiempo gané un concurso de relato corto,
aunque siento que no es suficiente.
Soy incapaz de matar a una hormiga.
Me emociono cuando coloreo un pájaro fuera de la jaula.
No sé nada de prestidigitación
tampoco de brebajes capaces de curar.
Desconozco la vida campestre.
De la humanidad, mejor no diré nada:
no hay nada más inservible en este mundo.
De modo que lo único que poseo
es mi constancia para mezclar
una palabra con otra.
Con ellas moldeo versos
que a su vez forman intentos de poesía
y que a veces se convierten en relatos,
pero es un trabajo que todos
-o casi todos- son capaces de realizar,
y quizá mucho mejor que yo.
-¿pero acaso importa?

De modo que continuo...
Tengo treinta y siete otoños
y tal vez sea un inconveniente para el progreso.

Canet

Tú II


Tú que te enamoras de los árboles 
de hojas claras, 
tú 
que nadas en todos los vocablos, 
en los lamentos que ignoras, 
en las paginas de nadie, 
en la aurora boreal 
del lenguaje, 
tú 
que nunca conociste las aves de ciudad 
ni la estructura de sus plumas, 
tú dormida, tú soñada, 
tú siempre valiente, 
tú tan segura, 
tan buena mujer, 
tú que haces palpitar los hilos 
en la orilla de los ademanes, 
tú capaz 
de colmar la ausencia que 
siempre me delata. 

Canet

jueves, 16 de julio de 2015

Sin título 66

La existencia es una camisa hecha a medida,
un envoltorio donde cabe todo,
un perverso antifaz, 
un absurdo.

Es una fastidiosa tela que a veces estorba,
un talismán inservible,
una pata rota a la que estás amarrado,
una veloz gacela que se fuga.
Es una angosta calle,
una pendiente por la que tarde o temprano caeremos.
Un pretexto para enamorarse, un afán de ser querido.
Algo extraño en lo que nadie repara,
algo de lo que nadie se responsabiliza.
Un resbaladizo animal moribundo,
un halago, un obsequio, un cuadro inconcluso.
Un tren en movimiento,
una calumnia,
un apetito carnal, un frágil cristal,
un destino encontrado en el cubo de basura.
Una señal del tiempo sin señales,
un giro milagroso, repentino,
un poco de todo que,
sin embargo,
se nos esfuma de las manos
dirección hacia la nada.

Canet

miércoles, 15 de julio de 2015

Veredicto.

Una zancada en consonancia 
o tal vez no, 
produciendo caídas, 
animal escurridizo, 
mirada singular, 
desorden de los reglamentos fundamentales, 
-¿y la demencia dónde, dime?, 
y la demencia en qué momento, 
sincera y prófuga, 
con la cuestión precisa combando las cejas. 
-¿De dónde procedo, dime?, 
recuerda que mi infancia no ensayó deportes, 
que el barrio era eso, los otros y la amenaza, 
aguantar en la orilla inventando otros mundos, 
extraviarse entre los renglones, 
dibujar el silencio para obstruir la algarabía, 
y ocultarse en los momentos donde despedaza la furia, 
donde la luminosidad pierde su matiz amarillo, 
y los sueños aguardan su sentencia, 
veredicto garrafal, 
un punto en el tiempo que demuestre lo infinito. 

Canet

La abuela. (Relato)



Fue la primera vez que me obligaron a dormir en casa de mi abuela materna. Pasé desorientado el momento de la cena, pues no conocía a aquella señora de rostro rugoso. Sufrieron toda clase de desgracias mis prejuicios infantiles frente aquel plato desconchado en que se me vertía la carne con denso caldo. 
La jaula donde defecaban los pájaros olía tan mal, que me pareció estar empapando el pan donde no debía.
Crepitaba toda la casa. Los rostros misteriosos, antediluvianos, que ocupaban las paredes hacían todavía más pertinaz aquella anaranjada soledad en que se me asfixiaba el alma. Era como si todo el mundo hubiese muerto hacía muchos años y quedáramos tan solo en él mi abuela y yo, rodeados de corrales vacíos, imágenes de santos, muñecas de porcelana en cada habitación y otro millar de extravagancias de muy heterogénea apariencia. Pero, a pesar de todo, aquella señora enjuta, enlutada por entero, decía cualquier cosa y se mofaba como una imbécil de lo que acababa de decir, mostrando sus melladuras y una muela plateada . Aquella era su cándida manera de adorarme, de estar encantada conmigo y con todo lo que nos rodeaba, porque, si no era muy inteligente, tampoco le era necesario para ser una mujer dichosa como cualquier otra con sus plegarias bien rezadas, su ganado y sus familiares vivos. 

Me arregló la última habitación, me tapó y besó en la frente y me dio las buenas noches. Al rato no recordaba donde estaba el baño y me levante y salí al pasillo como el que espera ser atropellado por no se sabe qué oscura catástrofe. Me di ánimos para lanzarme a través de aquella voluminosa oscuridad teñida por la luz moribunda que salía de la habitación de la abuela y, al pasar junto a su dormitorio, vi –sin ser advertido– algo que me alteró como ninguna otra visión lo había hecho aquel día.

La abuela se estaba desvistiendo colosalmente, misteriosamente, abrumadoramente.
Observé la perplejidad de la carne tartamudeando entre sombras su encanto dormido.
Aquello era una desobediencia ecuménica. No había modo de admitir aquella piel albina, piel de mujer nevada sobre la que pendían los pechos agostados de la muerte. Mi carne, procesada por la contundencia de la suya, gritó de pánico y se deshonró de deseo.
El Serafín y la Bruja, ¿Quién demonios los había desorientado así?

Cipriana, mi decrépita abuela antiestética de mostacho enmarañado, viuda de gélidas chichas ardientes, permite que me oprima a tu belleza como no supe hacerlo aquella vez primera.

Canet. ©

Luz.

Hoy el día continúa la misma senda que sus acólitos, camino caluroso. 

Echado sobre el añoso y esquelético sofá, 
me contento en el arte de no pensar 
ni crear nada, 
de ser nada, 
de abrir los ojos de muy vez en cuando. 

Y cuando menos lo espero, 
el salón se ilumina. 
Entre las apagadas paredes de cuadros y libros,
la tarde ha tirado un manojo de rayos plateados. 


Ella es mi fortuna.

En casa,
el animal vivo de los óleos dobla la espina dorsal del oficio.
El aceite se desliza por la camiseta mugrienta de color.
Qué miserable en su espera el corazón,
qué bien servido cuando 

el salón se ilumina cada tarde.

Canet.

martes, 14 de julio de 2015

Espectáculo (melodramático).


Trafico versos,
transito bares, teatros trágicos
buscando adictos a quien vender mis líneas,
y todo me parece acabado, 
gastado, muerto,
y todo es tan espantosamente funesto.

Con las pestañas colmadas de viejas tristezas,
un muestrario de versos deshojados
transitando la ciudad.

Lugar tras lugar
lunes tras lunes,
trabajando en alturas innobles,
respirando aires adulterados,
existiendo con mi negocio
y esparciendo la mercancía
en lugares de egos nutridos 
que se apagan, 
que se asfixian,
que mueren.

Y todo se transforma velozmente,
y todos tiritamos
y todo es
tan disparatado y teatral. 

Canet.