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viernes, 29 de mayo de 2015

Permutable.

Desde que soy permutable
palabras me han brotado como cuerpos dormidos, 
como animales agazapados, 
como ojos sin rostro. 
Aparento ser un cuadro de Picasso, 
una farola con papelera, 
y a una deidad hindú.

Con cada una de las voces te reclamo
y con todas las palabras.
Con todos los cuerpos podría enlazarme a ti,
pues desde niño llevo leyendo que en cualquier ciudad la lluvia es glauca
y negros los sueños que no se presentan.


Mi espacio es el espacio en que puedes observarme,
porque no resido en un mundo que no esté unido a este maldito cordón umbilical
que unas veces es de asfalto y otras es nada.

Tengo las manos frías por adherirme al muro cristalino
y oscuro de mi oficina.
Quiero vivir al norte del hemisferio sur, en el centro de la gran quietud,
ensimismado en el trabajo de pintar/escribir/cocinar para ti.

No quiero ser publicidad ni aparecer en un catálogo de Ciclosfera,
solo viajar para residir en las huellas que pisas ahora que he logrado entender que ser libre
en este mundo de celulares, guasaps, play station y televisión por cable
es una forma de vivir y de ser permutable.

Canet

jueves, 28 de mayo de 2015

La ansiedad con la que te escribo.

En esta molesta mañana, 
donde tan solo me escolta tu recuerdo 
y el encanto silencioso de unos versos, 
donde la costumbre de un café
se convierte en mi anestesia,
en este infausto sitio,
donde lo único que me tranquiliza es,
la alusión de tus ojos,
una hoja en blanco y,
un pecho cargado de poesía.

Una jornada más,
desorientado entre el artificioso café
y un desagradable cigarro,
permanezco aquí,
petrificado,
asaltado de repeticiones y con el paladar amargo,
desubicado.
Continúo aquí,
preguntándome que puedo hacer
ante esta rutina ancestral
que me invade de cólera e inutilidad;
encadenado, sin más pretextos que,
estas consoladoras palabras
que deambulan a través de un oscuro teclado.

Hoy el cielo realza mi melancolía.

Miro atentamente a la ventana,
confiando a que lance alguna señal,
pero tan solo veo jaurías de lobos con corbatas
y mansas vacas con tacones agitándose en la rutina de cada día;
tan sólo me ampara la ansiedad con la que te escribo.

Canet

miércoles, 27 de mayo de 2015

Mi imagen (sombría y mediocre)

Deseo regalar mi imagen,
sombría y mediocre de mi ser que me hostiga,
para expeler la tristeza 
y rasguñar la estela de la frustración. 

Toda señal que transito
me arrastra al núcleo
que en mí araño.
Todo ardor que toco
orienta a la certidumbre
hacia la dirección incompleta de mis manos.

Evidencias agrietadas del dolor
y pupilas mancebas de la sangre
que demandan agujerearme en la tempestad.
Huracanes repletos de amaneceres
que peregrinan por mi desfiladero
hasta el intestino…
hasta más allá de lo censurable.

Negro marfil.
Es el color de las entrañas
que sostiene mi materia.
Porque de siena es el fusor
en donde posiciono
el fango que siempre succiono.
Carmín garanza.
Pétreo color triste del otoño
para morir, ensalzar y crear
cada vez que la lluvia me asalta
y depura la arqueta de la soledad.

Deseo regalar mi imagen,
sombría y mediocre de mi ser que me hostiga,
para dulcificar la boca
y coserle acero a la sonrisa.

Y quizá muera en la línea de una ventana
aterido por la helada…
y quizá sea una estela lanzada por una brisa
sobre la polvareda amontonada de entre los libros.

Y se sofocara mi sombra en la nimiedad del sendero espinoso.
Nunca más sobre mí mismo
deberé de levantarme
por todo lo incorpóreo que me estructura.
El insomnio lacerante, el temor, la intranquilidad…
serán fiebres del momento destructoras de mi piel
para serme vacío, turbiedad, solar de mi eterno reposo.

Los meniscos han hincado las rodillas.

Ensucio de aislamiento la tarde
para hacer esplendida a la afonía
que embiste con sus pinceles
con el desliz invisible sobre el lienzo.
Penetro en el abismo impreciso
de la blanca tela
para congregar al ejército de los colores.

E hinco los meniscos.

Giro las calles,
con la desgana de quien guarda un libro
sin haberlo leído entero.

Canet
Photo by Ramón Redondo http://ramonredondo.com/

Los no mortales.

Los bocetos y apuntes están colmados de sombras. 
Me aproximo a cada una de ellas y, 
tras acariciarles el hombro, se giran asombradas. 
Carecen de semblante. 
Los no mortales no tienen rostro, sus sombras no dejan fantasmas. 

Hace tiempo que ya no me asustan las sombras, los no mortales.
Y aunque vienen a diario por casa,
yo les muestro los libros de Kundera, 

los de Chinaski, los de Jelinek y Delibes.
Los observan con cierta atracción, los soban y huelen pero jamás los abren.
Tan solo quieren leerse a sí mismos.

Aquellos que se establecen como insignes serán vencidos,
su muerte les llevará al interior de la papelera,
con el resto de basura derrotada.

Detesto algunos tipos de poesías,
sobre todo aquella que escriben los instruidos con versos calculados
y que de ningún modo me levantan de la butaca.

Hace unas semanas empecé a escribir una poesía.
Cada vez que le echo un vistazo acabo arrancándole líneas 

y acaba destripada.
Agrego alguna grosería y pienso en su porvenir, 

como el que piensa en la cena de nochebuena.

Leo a Vallejo, ¡qué grande es el peruano! 

la bella anarquía de Miller y pequeñas cosas.
Aunque siempre me he inclinado por las pesadas novelas del diecinueve y de salón, 

de rusos y franceses ya finados.
No sé la razón, pero me fascinan. 

Aunque no desecho nada, he aprendido a leer a Marai, Saramago, S.J.Rojas, Delibes y Zweig.

Me ayudan a darle sentido, armonía, tonalidad, fundamento y sobre todo vida.
Pero le privo de propio amor a lo escrito.
Me afano por darle un final en consonancia y a la justa medida, y termino rindiéndome.

Comprobar y advertir, censurar y elevarse.
Busco la alegría en las calles y encuentro solamente soledades, enormes desemejanzas.

-¿Sigo escribiendo o me corto las penas?

Agarro la poesía y dejo tres líneas.
El resto sobra. Es un asco, lo que pudo haber sido, dejó de ser.

¡Qué engorroso es componer!

¡y ardua tarea la de crecer!

Canet

martes, 26 de mayo de 2015

Escribo versos para ti.


Yo no compongo versos al océano
como otros, 
ni a ninfas esquinadas de marchita mirada. 

Yo escribo versos para ti, 
que posees todas las llaves del cielo, 
y el firmamento es un laberinto 
hasta tus bragaduras. 

Compongo versos cuando no estás a mi lado 
y destrozo cristales y me aborrezco. 

Te compongo versos cuando te hago palabra, 
escribo a tus ojos que se encienden eruptivos 
y me brindan la noche completa 
y se engalanan de primaveras con cada amanecer. 

Yo no compongo versos para la eternidad 
tampoco a serafines que no saben volar, 
yo escribo a tus labios que también son míos, 
a tu piel 
que custodia constelaciones 
y un espectro que me dice que solo con poesías 
no se pueden encender las estrellas. 

Yo no compongo versos, 
tan solo te escribo. 

Canet

lunes, 25 de mayo de 2015

El lugar donde nací.


El lugar donde nací 
no es una condecoración para llevar en la solapa,
ni un estandarte, ni una bandera, 
ni una marca ni un estigma.

El lugar donde nací
son diversas armonías que nacen de los astilleros
y de los campos agujereados por el sudor labriego,
es el inmenso sendero de pasos amistosos
y de estómagos furiosos de los desocupados;
no es un Saturno mi país que devore a sus vástagos,
ni tampoco es una eterna deuda con el pasado.

El lugar donde nací 
es el plañido de los que no tienen nada,
es el aullido afónico que implora contra la iniquidad;
mi país 
tiene lagunas y no todos reflexionan.

Es tan largo el lugar donde nací como sus inviernos,
como una hendidura que no tiene límites,
limita a la derecha con un mar de incertidumbres
y al sur con un océano de altas fronteras.

Canet

La humedad de tu boca.

Hay días de incontables 
y microscópicas sombras 
donde sólo anida la piel de tu cuerpo, 
los labios de tu imagen 
y la cesión afable de tus parpadeos. 
Hay un majestuoso silencio,
y amor en los domingos sin reloj,
el ángulo dulce de la vida. 

También existe
la angustia del lamento fúnebre.
Y como siempre
estoy yo,
jodidamente yo,
inclinado sobre las aguas trepidantes de la demente creación,
sobreviviendo como un indolente molusco
que se agarra favorablemente 

a la humedad de tu boca.

Canet

viernes, 22 de mayo de 2015

Cuéntame una historia.


Cuéntame una historia genuina, 
una que jamás se haya escrito ni relatado,
nada de amores de alteza, 
ni de babosos sapos, 
tampoco de hechiceras,
de esos no, 
no, 
de esas historias no.

Me gustaría escuchar una historia significativa, 
como una tumba,
como un camposanto completo,
como una novela decimonónica.
Cuéntame una historia que pronostique mis sueños,
cuéntame una historia que a mí no me 
queda ninguna.

Leo en la cocina, 
al lado de la ventana
iluminada en junio, 
con chanclas desnutridas,
con pretensión de conservar por siempre 
y fatigo los ojos.
Silbo en el patio, 
mientras nos ahorcamos la colada y yo. 
Una historia única,
como sangrar el amanecer, 
como fecundarte
de raíces 
y no fertilizarte de sal .

¡Que imprudencia pedirte
que cuides de mi poesía famélica!
¡Discúlpame!
...Érase una vez una primavera 
que se comió mis aves. 

Canet

jueves, 21 de mayo de 2015

La tristeza de mi nombre.


1. 

Se amordazan a las efigies, 
reivindican silencio perpetuo, 
están en huelga de hambre,
han hundido los brazos, 
caminan de rodillas, 
atraviesan el estrecho flotando,
se colorean el rostro o bailan desnudas, 
enfrente el fuego y atrás la luna, 
como un servidor.

Y qué diantres hacer sino aguardar, 
después de preparar un nuevo encuentro,
elegido la cena, el vino y la vajilla de mi boca.
Siempre más fúnebre que ayer, 
que danzo en su ausencia cien pasos inventados.
Esta mañana, 
al escuchar la tristeza de mi nombre, 
he desgarrado todos los poemas de donante persuadido.
Esta tarde, hecho mierda, 
hecho de versos y lienzos, 
arrojaré el corazón por la puerta,
repleto de pétalos, 
para cuando regreses.

2. 
Cavo zanjas, 
leo y descifro, 
me protejo, 
tolero el disgusto.
Blasfemo la leche que lacte 
y condeno todos los libros que leí.
Todos las líneas escritas, 
espejos de muchos,
que logran horadar más la herida 
de hombre redundante y poeta insistente. 

Canet

Sin título 57

Pestañea
dentro de un parpadeo
pintado en la pared.
Agujerea
con su eclipse inerte
todos los firmamentos
de mi existencia,
congrega
a todos los pájaros
presidiarios en cepos de favila.
Contempla
una sombra de mandíbulas oprimidas,
el vértigo que tirita
progresando hacia la nada.
Establece la certidumbre
de vivir un tiempo que engulle
los aullidos de la derrota.
Me hinca
a la confusión del insomnio.
Y me borda en la piel
una búsqueda
interminable.

Canet

Vértigo.


Con la vida sufriéndola bajo las uñas, 
disfrazado de arcaico luto 
y unas frescas lágrimas bañando mis pómulos, 
te advertí por primera vez 
pero no conseguí verte ni que me vieras.

Explorando el mundo desde mi inocente escondite, 
descubrí en ti a la mujer, 
te contemplé, 
y por dejarme fascinar te creí imposible.

A día de hoy, 
con las distancias mermadas, 
nos admitimos sin disimulos, 
confiándonos a la más honesta de las palabras, 
que sólido es el amor.

Ven, aproxímate 
y otórgale un nuevo verso a tu poeta 
que es bajo esta claridad donde deseo amarte, 
crear nuestro propio lenguaje 
y escribirle a esta vehemencia.
¿Que si tengo miedo? 
¿Acaso lo ignoras? 
Tengo un vértigo dogmático, 
pero permíteme creer 
cuánto una mujer puede amar un hombre. 

Canet

La mala letra.

La mala letra es mía, 
la mala ortografía también. 
Como la novia en el día de nupcias, 
como un juguete perdido en un rincón de la habitación. 
Soy uno de los tres músicos de Picasso frente al espejo 
con las manos escondidas en los bolsillos de la locura.
No el de en medio, soy el de la izquierda, el guapo:
El que toca la flauta con los ojos abiertos.
La mala letra es mía, el mal acentuado también.
Salgo en la etiqueta de las botellas de vino,
aunque procuro pasar desapercibido.
Ayudo, pero no me necesito.
Me calzo zapatillas de andar por casa
de felpa desnuda.
A mi mala letra le regalo: dos rumanas en el metro,
la puta antediluviana de la Ballesta,
la ciudad más sucia,
oficinistas manchados,
muchachas sonrientes que llevan bolsos mistificados.
La mala letra es mía,
la mala ortografía también.
Suelo escucharlas llorar por la noche,
pero ya no me levanto de la cama.
La mala letra es mía,
la mala ortografía también.

Canet

lunes, 18 de mayo de 2015

La naturalidad.


La naturalidad se quedó sin sentido,
llegó el momento de los desórdenes emocionales,
de tapiar las calles con tiestos,
cultivar amapolas en las carreteras,
destruir el porvenir plantando ilusiones,
colocar incisos entre sustantivos y adverbios,
galopar de espaldas manoseando el presente, 
castigar sin razón, sentenciar sin castigo,
besar de dos en dos,
abrir de par en par las puertas de las
anticuadas habitaciones que están en boga,
desocupar los estantes versados,
llegar canturreando a la biblioteca,
izar banderas ensangrentadas,
vernos abrazados al pinchaúvas o
a la ramera gratuita,
ahogar de risa al desafecto,
ir a la oficina cantando a Zeppelin, 
hospedarse en el Ritz presentando la cartilla de desempleo,
entonar tus primeros versos desde el cadalso,
cimentar con decisión sobre las nubes
y al cerrar los ojos, 
soñarse oculto en el jardín de las delicias
olvidando los comicios y las facturas bancarias. 

Canet

De aquí (del extrarradio)

Mis versos son de aquí, 
del extrarradio.
De películas utópicas donde el actor 
mira a los ojos a una niña
cada día en el autobús y al día siguiente
la descubre en el ginecólogo con su novio.
De citas a ciegas en la misa de las doce
que terminan en una vieja habitación.
De tabernas con olor a fritanga
donde prohíben la entrada
a mis vagamundos
y no dejan fumar cigarrillos que ellos venden.
De goles marcados en el último minuto
como si la vida nos fuera en ello.
De calles por explorar,
de bicicletas insólitas
que luchan contra los zombis con guasap
que son gigantes para el quijotesco.
De atrevidas muertes infantiles
sobre el asfalto del fin de semana.
De gafas de color hipsters
para ciegos clásicos.
De mujeres tristes
que se ahogan subiendo las escaleras.
De David el vegano deseando derrumbar
al Goliat de la factoría cárnica.
De la eterna cola de
desempleo
y la necia subida del IVA.
De pájaros y árboles
que cambio por lienzos y pinceles.

Sin salir del extrarradio,
la vida se ha transformado
en una emocionante aventura.


Canet

Débil


Cada jornada hay una mujer
que se palpa 
en la orilla de su cama,
observa sus pies antes de resbalar
y vacila en si merece la pena ponerse en marcha.

Cada jornada hay un hombre
que sale cansado a correr por el parque,
contempla su gorda panza que no mengua
y piensa en irse de putas esa misma noche.

También hay un mancebo
que después de masturbarse 
carga extenuado su mochila para ir a la escuela,
mira el fárrago de su casa
y descubre el libro que desearía leerse.

Cada tarde hay una anciana
que se aleja con paso derrotado del camposanto,
siente celos de su marido
por haberse marchado a descansar antes de tiempo.

Hay mucha fatiga en estos insólitos días
y aunque me pongo a escribir y pronto lo abandono,
deseo escribir un final redondo, pero me canso...
quizá sea mi mirada que se encuentra débil. 

Canet 

jueves, 14 de mayo de 2015

Sin título 56

Las manos me tiritan 
y se me acumulan
los verbos. 
Regresa 
de nuevo
esa mirada.

El trágico pestañeo
atrapado
en el baile
de la cafetera
argentada.

Cada mañana
nuevamente sus manos
de alfarera.
Regresas a mí
como los raíles
de un tren
cargado de palabras
por escribir.

El sueño
es
pensar en ti,
en tus manos
de raíl.

Canet

La delicada persistencia de lo inseparable.

Aproxímate 
y el amor no extenderá
sus tinieblas por la agonizante estridencia
del silencio, 
tan sólo son luces
intermitentes en una tierra fecunda.
A quienes aman nadie puede prohibirles
el acceso hasta el fuego abrasador.

No ignores que explorarán las estelas
buscando la debilidad,
un leve vestigio,
argumentos y átomos de pánico.
Si no nos distanciamos podremos librar
el desnudo, lo abstracto,
todo se limita a que aceptemos
la delicada persistencia de lo inseparable.

Canet

miércoles, 13 de mayo de 2015

Para escribir de amor...


Para escribir de amor 
saco tu imagen de paseo por entre líneas.
Por ellas, 
apunta esa profunda sonrisa de tu boca
y esa leve mirada con su trágico pestañeo.
Todo lo que proviene de ti me da fuerzas 
y me la arrebata.

Desconozco las escalas del amor, 
como ignoro si son necesarias.
Vivimos en otro estado, 
en otro universo.
Probablemente… jamás pueda dejar de pensarte,
quizá…, no puedas verme siempre.
Tal vez estés ahora aquí, 
sentada entre el mundo
y después de leer mis líneas, 
te aproximes y me muerdas la boca.

Pero ahora no estás.

Nadie puede atravesar la realidad
sin distinguir su faz en el espejo, 
sin probar los labios en el destello del cristal,
ni conseguir la latitud de sus ojos, sin sufrir.

El sol de la tarde en el punto exacto de
la comunicación 
con sus rayos, preparado para cruzar, 

La separación de mí mismo y de tu imagen.

Para mí, 
el aislamiento de los cristales.

Para ti, 
la claridad de mi aspecto 
y mi absoluto amor.

Canet

Eterno Mayo.

En mi alegato diré que fue la lluvia quien me empujó.
Aquella tarde 
se desvistió frente a mí y la vida cambió de tonalidad.
Los dos sabíamos que brotaban primaveras en nuestras flores, 
que el amor se pronuncia
en un instante exquisito,
en el momento en el que enredamos la piel.
Quiero decir,
en mi defensa,
que el submundo albergaba mi espera
y tu boca súbita.
Besaste la brisa de mis labios sin hallarnos,
un anuncio de tormenta en los días silenciosos.
Nos hallamos en el viento insólito,
enterrados bajo un mundo carente de luz.
Nos hicimos primavera entre líneas escritas.
La vida se coloreó,
El Hades guardó silencio,
seremos eterno mayo.

Canet

martes, 12 de mayo de 2015

Tierra en los pies.


Atravesando calles,
callejones construidos desde la reflexión,
detenido entre ladrillos y asfalto,
paseo mis zapatillas entre muertos
que alimentan artificios.
El barniz de tristeza y confusión
nos engulle.
Tan fútil,
tan inapreciable, 
insensato razonamiento y suicida.
Llevo tierra en los pies,
con cada pisada dibujo contornos
mientras pisoteo muertos.
Llevo tierra y fragancia mojada
de lágrima 
y miedo existencial,
mientras los muertos examinan mis huellas,
la oquedad de mi mirada señalada
de temor.
Madriz se viste de gris
y yo muero ahogado.

Canet

Gracias.


Desconozco la razón
pero observo tu luz y tu imagen
tras esta pantalla
y te siento triste.
Y esta mañana dentro de mi cabeza, 
tan parecida a la de muchos aunque tan distinta,
he pensado que
me gustaría que tomáramos asiento,
abrir una botella de vino blanco y otra de tinto
y hablar de hombre a mujer
hasta que el manto nocturno
nos cubra.

Quizá no me creas del todo
pero todo apunta a que
vamos ganando.

Los armazones de los dinosaurios están enterrados,
las víboras cada vez fastidian menos,
los leones, las tigresas y los monos
esquivan nuestras huellas en la selva.

Los seísmos cada vez son más pronosticables,
hasta las dolencias han reculado
aunque no lo bastante,
para ellas nunca es bastante.

Hace ya mucho tiempo
que cedimos las cavernas a los habitantes de la noche,
ahora
vivimos en diminutos agujeros cuadriculados
sin insectos ni goteras.
Con menos frío,
con menos necesidades,
con menos vegetación.
Pero con más vocablos,
con más esquizofrenia
e idénticos temores.

Hemos rellenado la tierra con heces,
resignación y autopistas,
la hemos colmado de humanos como tú,
como yo.

¿Recuerdas aquella pelota blanca
que brillaba cada noche?
Ahí continúa colgada,
la observo casi con tu misma fascinación
aunque cuando la miro
pienso en un astro noctambulo
y en un tipo con una pecera en la cabeza
envuelto en papel aluminio.

No sé si lograste diferenciar los aullidos
de la armonía,
pero estoy seguro que concebiste la hermosura
la mañana que adornándote
te dio por guardar aquella roca
tan oscura, tan plana, tan circular,
tan peculiar.
No notaste nada
pero allí estaban ocultos los orígenes,
los griegos,
Rubens, Durero,
las tocatas y preludios de Bach,
Dostoyevsky, Max von Sydow y Hitchcock.

Por todo eso deseo brindar,
por tu vuelo insaciable
y por tu empuje diario.

Agradecerte el que te quedes contemplando el cielo
a mi lado inútilmente,
por la pasión que rueda en la abertura del iris
y la satisfacción que tienes sin etiqueta,
gracias por el calor y el arte y la delicadeza.

Por pisar hasta conseguir que al suelo
le nazca un perpetuo confín,
por tu aguda forma de darle nuevos
usos a los labios.

Gracias por las lágrimas y por la iluminación,
por los gemidos y por las palabras que inventas,
por conseguir que la vida sea simple y humilde,
por el amor,
tan bestia y tan sideral.

Por tus tremendas ganas de matar al tiempo
con las pasiones
que son tan mías como tuyas

Y la verdad
no sé qué más añadir.

Canet